martes, 19 de abril de 2011

MAPOMA 2011, mi crónica tardía de un debut y un sueño.

Eran pasadas las 00:00 cuando decidí, tras cenar viendo el Madrid-Barcelona, tender una lavadora y poner un lavavajillas,  pasarme por el foro del atleta.com por última vez antes de dormir. Ya era el día D y el sueño era menos que los nervios que iban despertando. No fui capaz de dormir del tirón, pequeños sueños tontos, casi todos relacionados con MAPOMA, iban sobresaltándome. El último de ellos tan realista que estaba convencido de que me había dormido y me había ido con lo puesto a Colón, sin dorsal, sin pulsómetro…. Me decía a mi mismo,  ¡joderrrrr a esperar otro año!!!! Dentro del mismo sueño caí en la cuenta de que podría ser una mala jugada onírica y me dije “Jose, abre los ojos”, y, efectivamente, eran las 4:30 de la mañana,  la respiración de mi chica, que había vuelto de juerga, se escuchaba a mi lado y todo estaba en calma. Volví a dormirme, pero ya los nervios no volvieron, ni tan siquiera al despertar a las 5:45, ni siquiera al prepararme el desayuno,  dos tostadas de rebanada mega gorda con Nocilla, un par de bombones, y un vaso de leche con clara de huevo…. Tampoco me atacaron los nervios al vestirme, ni al repasar si llevaba todo lo necesario,  pulsómetro, geles…. Opté por ponerme el dorsal y al mirar el reloj,  pude ver  que se me hacía algo tarde,  ya que había quedado en el Metro con mi amigo David…Le mandé un mensaje indicándoselo y que si me esperaba bien, sino ya nos veríamos por allí, ya que el iba a correr los 10k.  Cogí el coche para a su vez luego coger el metro y seguía tranquilo; me abordaron varios corredores de fuera de Madrid, incluso de fuera de España, para explicarles como llegar a la salida de MAPOMA y seguía tranquilo. Salí del metro, Príncipe de Vergara, callejeé por la Calle Villanueva y llegué al punto de encuentro señalado por el amigo Landes, pero era demasiado pronto, no había nadie, eran las 8:05. Tras esperar unos minutos, ya que me había ido sólo con la ropa de carrera, noté que me estaba quedando frío, y decidí corretear por los alrededores de la salida y masticar el ambiente, impresionante, la emoción desbordaba en cada esquina, tanto que antes de que me abrumara regresé y volví a la esquina donde ya muchos compañeros del bus 3:30 y simpatizantes estaban dándose cita.  Pablo, Porfirio, hizo acto de presencia y me confesó que no estaba para 3:20 como me había indicado Jabo, y que no quería anclarme al ir juntos. Esta afirmación me puso los pelos de punta, desde hace unos años siempre he visto a Porfirio adelantándome en cada carrera y yo acelerando para saludarle, para luego humildemente, bajar ritmo. Ahora sí me empecé aponer nervioso. Empezamos a saludarnos conocidos, tanto en el mundo real, como a través del foro del atleta y Locomotoro nos instó a una foto grupal. Tras esta foto se hicieron pequeños grupitos con conversaciones diferentes, yo me alejé de todos para saludar a Malagueta y a la vuelta pude ver que Esther estaba un poco a su aire, desconectada de los grupitos, en realidad era la que menos gente conocía personalmente. Charlamos unos minutos y decidimos corretear unos segundos y a la vuelta buscar nuestro lugar en la salida, para nuestra sorpresa a la vuelta todos los conocidos se habían volatilizado también buscando su lugar; cosa que me fastidió un poco ya que había gente que había llegado a ver o conocer personalmente. Así pues, Esther y yo, nos colocamos como pudimos para la salida, un poco atrás, aunque al ver cerca de nosotros a Porfirio, lo di por bueno. Le recordé a Esther que se pegara a él en cuanto pudiera si iba simplemente a bajar de 3:30 como había comentado, pero no me hizo mucho caso, no parecía importarle demasiado; en ese momento me di cuenta que iba a apostar a salir más fuerte que el ritmo medio para ese tiempo, yo no dije nada, en parte estaba encantado, eso significada tener a alguien al lado durante bastantes kilómetros y encima tan novato como yo,  dispuesto a masticar cada sensación, cada detalle, cada paisaje, cada ánimo, cada metro. Era una compañía un tanto poética en un reto que cada milímetro de experiencia cuenta como kilómetros de entrenamiento, pero eso me quitaba un plus de presión.
     Se dio la salida y en los tres primeros kilómetros Esther y yo intentamos hacer un eslalon suave, sorteando a muchos corredores tapón y a muchos grupos corredores globeros. Esther iba definitivamente sueltecita y aunque no lo verbalizara, estaba dispuesta a que el ritmo a seguir sería por debajo de esos 4:50 que tantas veces habíamos hablado en el foro del atleta como recomendable hasta el final de Castellana, así que firmamos un pacto implícito, yo no pregunto, tu no preguntas pero los dos sabemos que estamos a ritmo de 3h 19m… Algo que queda patente cuando alcanzamos a Jabo y le pregunto, “¿qué haces aquí, tu no ibas casi a pasearte?” y el me dice “y vosotros qué bien vais!” Enseguida le dejamos atrás… tampoco lo comentamos… era obvio que no estábamos siendo muy prudentes… así que me limito a decir que como vamos muscularmente bien… que cómo vamos cómodos… no hay problema en  los ritmos…. En ese momento Esther me comenta que su gemelo la comienza a dar guerra… pero la indico que puestos en faena unos pinchazos en el gemelo pueden ignorarse prestando atención a todo lo que nos rodeaba, que se le olvidaría. A partir de aquí me quedé fascinado con la cantidad de amigos que empezamos a encontrarnos y con la cantidad de gente que animaba a Esther, la verdad, ir con ella era un lujo, era una de las chicas de delante, iba con faldita, eso llama mucho la atención y encima guapa, total, que la gente la tenía que ver sí o sí y cada ánimo que la daban me hacían ir contento y decir para mí, “si, si, animadla a ella pero el que está corriendo con ella soy yo”. Yo, cada vez que detectaba a un amigo en el público, casi todos compañeros de correrías atléticas, me sentía más importante ya que físicamente me veía tan lleno como en la salida y el responsable de ello era la suma de todos ellos, mi estado de forma era resultado de cada quedada en La Casa de Campo, en El Pardo, en El Barrio del Pilar, en Montecarmelo,  en los últimos ocho meses. La maratón se estaba convirtiendo en una excursión de domingo, pero en lugar de cañas o coca-colas teníamos pastillas de dextrosa, algún gel, bebidas hipo-iso-tónicas, pasos por duchitas vaporizadas y traguito de agua, agua cada cinco kilómetros, única norma. Al principio compartíamos la botella  los dos miembros tránsfugas del bus de 3:30, aunque más  adelante al ver lo divertido que era tratar de encestarlas, una vez habíamos bebido, en los cubos de basura, hacía que cogiéramos una cada uno , era un pequeño test tonto de nuestro estado de fatiga, encestábamos casi siempre, íbamos intactos. Pasamos por la casa de Guille, escuchamos Carros de Fuego, vimos a su familia casi de refilón, me di cuenta un poco tarde, alcanzamos a Raymanedu y algún conocido más. Pasaban los kilómetros y seguía identificando amigos entre el público, Manuel, Carmen,  Ertumba, Nadia, Antonio, Elo…Cada vez que le comentaba a Esther, a esos los conozco, tenía la sensación de que por su cabeza pasaba algo así como… “esto es una secta!”. Finalmente nos acercábamos a La Casa de Campo, yo sabía que iba a ser un punto y aparte, todo el mundo me había dicho que  reservara fuerzas  mínimo hasta La Casa de Campo y que a poder ser hasta  después, y que si me encontraba bien, apretara; pero me encontraba demasiado bien como para no tantear forzar máquina. Empecé a tantear a Esther subiendo un poquito el ritmo y parecía que ya no respondía al momento y verbalizó “vete que tu tienes más ritmo”, a lo que inicialmente me negué, pero luego pensé en otras carreras en las que llevar a alguien al lado cuando empiezo a pasarlo mal, más que ayuda, puede ser lastre; así que decidí despedirme de Esther, no sin antes desearla suerte. Enseguida empiezo a progresar y pasar corredores pero detecto el primer contratiempo, uno ya conocido y que me hizo perder una buena marca en la Media de Getafe, una contractura en los músculos intercostales del lado izquierdo. El dolor se vuelve insoportable, bajo el ritmo de 4:20 a casi 5:00, empiezo a masajearme pero no se pasa, intento tensar los abdominales y tampoco se pasa, intento estirar con movimientos de cintura y hombros y tampoco. En este momento la idea de esperar a Esther y relajarme unos momentos es lo que prima, pero súbitamente el dolor cesa, vuelvo a recuperar el ritmo anterior y vuelvo a pasar corredores. Antes de abandonar La Casa de Campo el dolor vuelve y en mi mente un pensamiento, “Jose, es pasajero, Jose es pasajero, Jose, es pasajero…” Así que  ya en la cuesta de Lago se me pasa, he vuelto a tener que bajar el ritmo pero la media de estos kilómetros sigue siendo buena,  no me importa, me da mas miedo y es más importante el perfil que me queda afrontar en los siguientes kilómetros. Yo sabía que “El Muro” era el mayor peligro y empecé a ver  a gente andando, tambaleándose, corredores que se iban a un lado echándose las manos a la tripa. Estaba en estado de alarma y hacía introspección de mis sensaciones corporales, pero todas eran buenas, no tenía fatiga, la velocidad era constante, me veía hasta capaz de elevarla y mirando el pulsómetro vi que me quedaban 10 kilómetros y algo más de 50 minutos de margen con el objetivo inicial, no iba a forzar, iba a ser prudente y conformarme con esa proyección a 3:20 que era en si un exitazo. Busqué un objetivo sencillo y lo fijé en un dúo de corredores de camisetas negras e iguales, uno fresco y otro cascadillo, el fresco se había incorporado más allá de la media maratón para guiar al otro, le iba marcando el ritmo, decidí que era mi referencia y a veces hasta me ponía en paralelo y me daban ganas de decirles, “¡pero corred más que me jodéis el ritmo!”, pero sabía que era una buena referencia porque en los tramos duros uno se escapaba un poquito y esperaba al otro,  me estaban marcando claramente dónde conservar fuerzas. De repente me planto en el km 40 y las sensaciones cambian, mis dos guías deciden forzar, de hecho lo dicen en alto uno al otro y al intentar seguirles noto que si les sigo hay riesgo de petada, así que, no queda otra, cambio el chip y a disfrutar, veo a Fernando y Maituqui, creo que a los Pacos y a Locomotoro blandiendo su cámara de fotos; total, que sin darme cuenta me acerco a El Retiro, con ritmo constante. Miro el reloj y veo que tengo que cambiar el ritmo para que no se me pase el crono de 3h 20, pero ya no queda cambio alguno fiable sin dar sensación agonística, lo noto, y no quiero acabar con esa impronta mi primera maratón y me vuelvo a relajar, a disfrutar, a observar y a consumar mi bautizo como maratoniano bajo la línea de llegada, al mismo tiempo que aprieto el puño y me digo “!bien!, ya tienes tu sueño”.



4 comentarios:

  1. Enhorabuena por ese carrerón (sin duda con muchas luces y pocas sombras), más que un debutante, al leer tu crónica parece que hubiese sido tu 4º o 5º Mapoma. Mi debut fue también satisfactorio (pero sólo por el hecho de llegar). Un saludo.

    ResponderEliminar
  2. Excelente crónica. Como ya te he comentado personalmente, mi enhorabuena por tu éxito en este MAPOMA. Estoy seguro que en no mucho tiempo vas a pulverizar la marca de este primer maratón. Y, una vez más, muchas gracias por todos tus consejos y compañía. Gracias a gente como tú sigo cada vez más enganchado en esto del running. Saludos, David

    ResponderEliminar
  3. Felicidades por doctorarte en el club, estupenda crónica y fabuloso tiempo. para mi también ha sido el bautizo en el maratón.

    Saludos....

    ResponderEliminar
  4. Gracias chicos, pasan los días y sigo recibiendo ánimos y felicitaciones por el esfuerzo realizado, por los resultados y para que persevere en mi aventura atlética, gracias!

    ResponderEliminar